🇻🇪 Karla Méndez: La Dama en el Agua
Karla Méndez, una atractiva odontóloga de 27 años criada en Lomas del Ávila, rompió el pasado mes de Noviembre en Acapulco el récord universal femenino de la modalidad Jump Blue, al nadar el equivalente a casi tres piscinas olímpicas sin respirar. Para ella, practicar este deporte nada convencional “es como viajar a un mundo donde todo es perfecto
El cachalote, galán más cotizado de la novela Moby Dick, puede pasar hasta 90 minutos sumergido antes de ascender a la superficie a respirar con su espiráculo (el agujerito sobre la cabeza que equivale a una nariz). La ballena jorobada, que hasta ha grabado discos por su canto melódico, aguanta 30 minutos. El delfín común, alias Flipper, unos 8 minutos. El hipopótamo –la voluptuosa Gloria de la película Ma dagascar–, cerca de 6 minutos.
Karla Edina Méndez López está cerca de ganarle al hipopótamo y al delfín, extrae muelas y pone resinas, prótesis y coronas durante las tardes en un consultorio en Los Ruices, y ya compró su entrada para ver a Aerosmith el primero de febrero en el estadio Olímpico de Caracas.
Una clásica belleza ucevista: rostro sin maquillaje, cabello enmarañado a lo Janis Joplin y un carácter independiente y algo sarcástico. Cumplió 27 años el pasado 24 de marzo, es odontóloga graduada –viaja los sábados a Valencia para sacar una especialización en cirugía bucal en la Universidad de Carabobo– y lidia con el tráfico de Caracas para llegar a tiempo a entrenar de noche en la pileta de la UCV: “Me frustra mucho cuando me agarra una cola, me cierran la piscina y ni siquiera puedo meter los pies en el agua”, lamenta. Una mirandina criada en Lomas del Ávila y residenciada en El Marqués, Karla Méndez asegura que su técnica respiratoria dista mucho de ser perfecta, pero ya es la segunda celebridad venezolana del poco convencional deporte de apnea, después de su inspirador Carlos Coste: el pasado 8 de noviembre, en la bahía mexicana de Acapulco, rompió el récord mundial femenino de la modalidad de Jump Blue. Alrededor de un circuito en forma de cubo sumergido 10 metros bajo la superficie del mar, nadó sin respirar la distancia de 140,8 metros, equivalente a casi tres piscinas olímpicas. Karla Fabrio, una croata, tenía la anterior marca, de 140 metros exactos.
Otra venezolana, Ámbar Peralta, quedó segunda (136,5 m).
De México trajo un dije: la cola de un delfín, en plata, cuelga del collar de Karla. El movimiento del cetáceo es similar al que hace bajo el agua en estilo mariposa (como la sirena de la película Splash) con una aleta de fibra de carbono que cuesta 400 euros y que se debe comprar en el extranjero.
“Karla tiene todo el potencial para romper varias veces ese récord, a pesar de que le falta foguearse mucho más con las grandes apneístas, que generalmente son europeas. Es una muchacha introvertida y algo descuidada con sus objetos personales, pero jamás se pone nerviosa en una competencia, incluso cuando compite con las mejores”, cuenta su entrenador José Ramón Colmenares.
“Aún no me creo lo del récord mundial. No sabía cuántos metros llevaba: después de cumplir la marca que me había fijado, me sentí bien y seguí nadando un rato más. Al salir los otros apneístas me dijeron: `récord mundial’, y pensé que era un chiste. Cuando el presidente de la CMAS (uno de los dos órganos rectores del deporte subacuático en el planeta) me lo confirmó y me dijo que era la primera latinoamericana de la historia que conseguía un registro universal, empecé a creerlo”, suelta Karla, con apenas dos años de experiencia internacional en apnea, y quien pasó a partir de los cuatro años de edad por todos los deportes acuáticos, menos los clavados: la natación tradicional, el nado sincronizado y el waterpolo, en ese orden.
La menor de cuatro hermanos compitió como nadadora velocista de estilos libre y pecho con la ahora animadora y modelo Federica Guzmán.
Probó de la delicadeza del nado sincronizado (que también requiere notable aguante sin respirar), y aún extraña el waterpolo, deporte extremadamente rudo en el que defendió al estado Miranda en los Juegos Deportivos Nacionales Cojedes 2003 y Andes 2005: “Sueles salir toda llena de morados y cortadas, y con el traje de baño roto; es bastante violento y eso me gusta”, admite esta fanática de las películas de acción con Angelina Jolie en plan de amazona impasible y vengativa, como Wanted.
En la piscina para clavados de la UCV, al mediodía, la entonces atacante derecha de waterpolo y estudiante de Odontología solía toparse a principios del año 2000 con el apneísta Carlos Coste: “Yo decía: ése tiene que ser un loco. No le veía la ciencia a eso de estar allá abajo en el fondo de la piscina aguantando la respiración. Pero Carlos me dijo tantas veces que hiciera el curso de actividades subacuáticas, que al final me metí, y me gustó.
Es diferente a todos los demás deportes: es individualista, sólo dependes de ti mismo, e implica relajación. Después de que entrenas, sientes que todo es perfecto. La apnea es muy difícil de explicar: es como una nota en la que te transportas a otra galaxia.
Entrenas media hora y eres una persona nueva. Se te olvida hasta el tráfico. No puedo vivir sin agua. Tampoco sin subir a El Ávila”.
Mientras algunos le tenemos miedo a no tocar el fondo de la piscina con los pies, Karla domina casi todas las modalidades de apnea: ha descendido hasta 42 metros bajo la superficie marina en la modalidad peso constante, y ha aguantado 5 minutos y 28 segundos en apnea estática (permanecer sin respirar bajo una piscina, sin moverse). En julio de 2009, buscará nuevos récords en el Mundial CMAS de Túnez. Sin embargo, a pesar de que utiliza algunas herramientas de yoga, asegura que está lejos de ser una monja budista que se recluye en la meditación trascendental, una imagen que se asocia con este deporte. En su automóvil se oye un festival de buen rock. “No sé nada de budismo. Me encanta bailar y salir de rumba. Y tomo alcohol: con moderación y a veces sin moderación. Hay apneístas que son vegetarianos, pero yo como de todo: puedo estar en plena competencia y tragarme un brownie con helado a las diez de la noche. El día que rompí el récord en México, en la mañana me comí una panqueca y un plato completo de fresas con crema, y eso no está recomendado en lo absoluto. Soy muy chuchera, muero por los chocolates”.
Hay que verla al borde de la piscina luchando para ponerse su ajustado traje italiano de neopreno de 600 euros: es como presenciar la batalla entre un cachalote y un calamar gigante.
Así es su día a día. Cuando pide patrocinio para un viaje, casi ningún empresario sabe todavía qué significa apnea. “Ni siquiera muchos periodistas de deportes lo saben, apenas conocen a Carlos Coste”, lamenta Karla. “En Venezuela carecemos de la tecnología adecuada para evaluar la capacidad pulmonar o el nivel de oxígeno en la sangre. Y yo debería estar entrenando mucho más de lo que lo hago, pero en Caracas casi todas las piscinas me quedan lejos, y tampoco puedo bajar mucho al mar”.
Sueña entrenar con las rusas, las mejores del mundo, y también subir otra jerarquía como odontóloga: “Creo que es más fácil romper un récord mundial que entrar al posgrado de Ortodoncia en la UCV. Pero yo lo voy a seguir intentando”.
Publicado en:
Revista Todo en Domingo. Diario El Nacional. Domingo 21 de diciembre 2008
–Alexis Correia alexiscorreia@gmail.com
Fotografías Marcel Cifuentes marcelcifuentes@gmail.com
Última actualización: 31 agosto 2019